Por Eliyahu BaYonah
ben Yossef
Es indudable el poder de la música en
nuestras vidas. Es
el medio preferido
de las parejas para
expresarse el amor.
Ninguno de nosotros
somos ajenos a una
serenata dada o
recibida. El novio a
la novia, los hijos
al padre o a la
madre, el esposo a
la esposa. O
sencillamente de un
amigo a una buena
amiga como una
manera de expresar
solidaridad o
cariño, o
felicitación por
algún logro
alcanzado.
La música también ha representado un
papel muy importante
dentro del ámbito
religioso. Conocemos
que los indígenas se
expresan cantando
para recibir el
favor de los dioses
y naturalmente, cada
secta religiosa
posee el maravilloso
don de la música
para estar en
contacto con sus
seres superiores.
El Judaísmo no ha escapado a ello.
Conocemos que desde
hace 2500 años
Miriam, levita,
hermana de Moshe
Rabenu y de Aarón
haKohen, tuvo el
maravilloso don de
cantar y
danzar para Hashem
cuando salieron de
Egipto como una
manera de Acción de
Gracias por los
favores que Israel
había recibido del
Syñor cuando
atravesaron el Mar
Rojo.
Mas tarde conocimos la historia del rey
David ben Yishai de
BethLejem, que
cantaba y danzaba
cuando trasladó el
Arón haKodesh desde
la casa de Obed Edom
hacia Jerusalén. Y
ya una vez
establecido y
construido el Santo
Templo por el rey
Shlomó éste organizó
a los Levitas para
que se encargaran
además de sus otras
labores, con el
santo oficio de
tocar instrumentos y
cantar muchas de las
canciones compuestas
por su padre David y
otras de su misma
autoría.
El ambiente en esos días era
tremendamente
poderoso por el
sonar de las
trompetas y demás
instrumentos además
de las voces de los
Levitas que tenían
que ser elegidos por
sus dotes
especiales. Ningún
cantor podía
desafinar.
Todos tenían que tener una voz magnífica.
Eso lo aprendemos de
Hashem quien sugirió
que quienes cantaban
lo hicieran
debidamente. Por
ello, los Levitas
para alcanzar
semejante cargo de
cantarle al Creador
desde el Santo
Templo de Jerusalén
tenían que hacer los
estudios
reglamentarios sobre
música y afinamiento
de sus voces.
Todo eso existió
hasta el siglo
primero cuando los
romanos decidieron
destruir el único
centro terrenal que
comunicaba
materialmente con la
Shejina. Ellos no se
imaginaron el daño
que se iban a hacer
asimismo, pues
destruyeron el único
medio que los
gentiles podían
también disponer
para acercarse a
Hashem.
Por eso, a partir de la destrucción del
Templo, la música no
se volvió a escuchar
de la misma manera
en ninguno de los
servicios religiosos
que los Judíos
siguieron
realizando. Así, a
partir del año 70 de
la era común, la
nación se sumergió
en un profundo dolor
y pena y los
instrumentos
callaron y solamente
las voces que se
escuchaban ahora era
para recitar los
versículos de la
Torá o de los
Profetas.
Nace entonces el oficio de Cantor de las
sinagogas. Una
persona con la
memoria y el
conocimiento
profundo de las
sagradas escrituras
y dotes para
expresarlas a través
de la música.
Debemos recordar que al hablar del
primer siglo, es
decir, después de la
destrucción del
Templo y años mas
adelante, los judíos
no tenían acceso a
las sagradas
escrituras como lo
tenemos hoy en día,
que cada familia
tiene en casa al
menos un Sidur y
varios compendios de
la Biblia o de la
Tanaj. En ese
entonces, quienes
poseían dinero
podían darse el lujo
de pagarle a un
escribano para que
le elaborara un
Rollo de la Torá o
de alguno de los
profetas.
Recordemos que por norma divina el rey de
Israel debía mandar
a hacer un Rollo de
Torá para el mismo y
andar con el siempre
y otro Rollo debía
reposar en el Santo
Templo para ser
leído por el Sumo
Sacerdote o
Sacerdotes.
La manera como se leía la Torá en
tiempos antiguos no
difiere mucho de la
manera como se
realiza hoy en día
en nuestras
sinagogas.
Rabi Yehuda he-Hasid (cerca del 1150 -
1217 e.c.) escribió:
“Expresa tus
oraciones en una
melodía que sea la
mas dulce y
placentera para ti.
Así entonces rezarás
con verdadera
Kabaná, porque la
melodía conducirá tu
corazón tras las
palabras que salen
de tu boca.
Suplica en medio de la melodía que hagas tu
corazón llorar,
adora en una melodía
que ponga a tu
corazón contento”.
(Sefer Hasidim:11)
El Talmud, teniendo
en cuenta la
ordenanza de Hashem,
también requiere que
tener dotes de canto
y una voz agradable
es una de las
calificaciones para
ser líder del rezo
(Taanit 16a)
EL CANTO ESCRITURAL
La música
de las sinagogas
puede hoy dividirse
en dos tipos que se
remontan a los
tiempos del Sagrado
Templo. Uno se le
denomina las
Cantilaciones o el
Canto asociado a la
lectura bíblica.
Las cantilaciones están gobernados por una
serie de notas
musicales llamadas
“trop” o en hebreo
ta’amei ha-mikrá
o te’amin, que se
encuentran en los
textos escritos de
la Biblia Hebrea ya
sea arriba o debajo
de cada palabra.
Esas son las notas
que un joven Bar
Mitzva tiene que
aprender cuando pasa
a la Bima a leer la
Haftará (la lectura
de los Profetas).
Aunque las melodías asociadas con el “trop”
difieren sutilmente
de la lectura de la
Torá, o de los
Profetas o de los
cinco Megilot, nunca
comparten
exactamente las
mismas inflexiones
básicas.
NUSAH
Otro tipo de música en
la sinagoga es
llamado Nusah que es
el usado en
diferentes
servicios.
El Shabat, los festivales, los Yom Tovim,
tienen diferentes
Nusah o motivo
musical.
Un equivocado Nusha no invalida un servicio
de hoy en día; es
parte de la
tradición de la
sinagoga. Los
Piyutim o sean las
composiciones
poéticas con motivos
sagrados son un
camino oportuno para
la creatividad
musical.
Aquí se vienen a mezclar melodías del
folclor popular de
las regiones en
donde los judíos han
vivido en el exilio.
Hay una gran
diferencia entre el
Nusah de los países
árabes con los
países de Europa.
De la misma manera como hay diferencias en
los servicios
religiosos de los
Askenasis y los
Sefarditas, así
también difieren los
cánticos de las
comunidades
Sefarditas de España
y Portugal de las
demás comunidades.
La música
también vino a ser
parte integral de
las comidas de
Shabat. Estas
canciones son
llamadas Zemirot.
Aunque la letra de
estas composiciones
son las mismas, solo
que cambia la música
en donde es cantada
ya sea por la región
o por la tradición
familiar. Nuevas
composiciones vienen
y otras son
adaptadas.
El movimiento Hasídico que nació hace
unos 200 años ha
sido uno de los
movimientos que ha
enfatizado en la
música como una
manera de servir a
Hashem. Esto ha
tenido un impacto
grande en todas las
comunidades no
hasídicas. Esto solo
para recordar las
palabras del
Salmista David:
Sirve al Syñor con
alegría, ven delante
de Su presencia con
cánticos”(Tehilim
100:2)
Nota del Editor:
Para mis explicaciones anteriores me he basado en lo escrito por el grán
Rabino Hayim Halevi Donin en su obra "To Pray as a Jew" y en apartes de la
Torá y la Mishná.