El Estado de Israel fue creado con el objetivo de ofrecer al pueblo judio un hogar al que podrían llamar propio. Desde su creación, judíos de todo el mundo han migrado en busca de nuevas oportunidades, queriendo aportar su granito se arena en su construcción y defensa. Debido a esto, Israel se ha convertido para muchos el lugar en donde los encuentros improbables, se vuelven posibles.
Conoce la historia de amor de dos jóvenes judíos sionistas que a pesar de haber nacido en paises distintos y haber sido criados en diferentes culturas, los unió un mismo destino basado en su amor por el Estado de Israel y su deseo de formar parte de las FDI.
David Lukowiecki nació en Barranquilla, Colombia. Hijo menor de una típica familia tradicionalista y nieto de sobrevivientes del holocausto. Educado en un colegio judío, desde pequeño siempre sintió una gran inquietud en la historia judía y la religión. Los intereses por sus raíces, lo llevaron a ganar un concurso de conocimiento bíblico “Jidon Hatanaj” en el 2009, lo que le dió la oportunidad de viajar y conocer por primera vez Israel. Seguida a su experiencia en Israel, y motivado por la historia de sus abuelos, David se animó a tomar la valiente decisión de dejar su casa para defender el hogar el pueblo judío. Es por eso que para él, hacer alía (emigrar a Israel) y ser parte de las FDI era una tarea pendiente que debería completar. En febrero del 2012, Después de varias horas de vuelo y unas cuantas escalas, David, con toda su vida empacada en una sola maleta, finalmente llegó al Aeropuerto Internacional Ben Gurión, embarcandose hacia una nueva aventura que comenzaría en el ulpan (estudio de hebreo) en el Kibbutz Maagan Michael.
Leorre Flynn nació en Los Angeles, California. Su madre israelí, después de finalizar su servicio en el ejército, decidió mudarse a los Estados Unidos, donde conoció al padre de Leorre y allí comenzó la historia de esta hermosa familia. Desde sus dos semanas de vida, cada año Leorre junto a sus padres, viajaban a Israel a visitar la familia de su madre. Había algo que siempre se repetía en esos viajes, y era la misma sensación de querer quedarse en Israel, pasar las festividades junto a su familia, y ser tan israelí como su madre.
La madre de Leorre, nunca dejó de compartir con su hija lo que ella llama la mejor experiencia de su vida: haber sido parte de la Fuerza Aérea Israelí. Los años pasaron, y al terminar el colegio secundario, Leorre no sabía lo que quería estudiar, pero había algo de lo que sí estaba segura: querer llegar a Israel, tan pronto como sea posible. Luego de finalizar sus estudios, empacó sus maletas y se subió al avion con destino a Israel. Hasta el día de hoy, sigue pensando que es la decisión correcta.
Leorre llegó al Kibutz Maagan Michael en Agosto del 2012. Para ese entonces, David ya había terminado su programa de ulpan pero se quedó en el kibutz siendo acogido por una familia adoptiva ya habiendose convertido en soldado de las FDI. Tras pasar con éxito varias pruebas físicas había sido aceptado en la Brigada de Paracaidistas. A pesar de ello, el caprichoso destino quiso que se juntaran. “Un fin de semana fui a la piscina con unos amigos míos, que también conocían a David. Fue allí que nos presentaron” nos cuenta Leorre. Un fuerte lazo los unió en ese primer encuentro, que hizo que no fuera el último.
La relación entre ellos empezó a florecer a medida que David continuaba su camino en el ejército:“Yo como soldado de combate, no salgo todos los fines de semana. De todas formas, siempre nos arreglabamos para vernos”. nos cuenta David.
Pero las dificultades no terminaron allí. Meses después de haber llegado al país, el turno de Leorre de comenzar su camino dentro de las FDI también llegó: “Me enrolé en el ejercito para proteger a mi país. Lo que más admiro de Israel, es su capacidad de mantener el orden y la calma cuando las cosas se complican. Quería hacer algo importante con mi vida, por lo que decidí enlistarme como soldado del Comando de Defensa Civil“. Nos cuenta Leorre emocionada “Sabia que prestar servicio militar en las FDI seria un orgullo para mis padres, en especial a mi madre”.
“Una vez que Leorre entró al ejército, debido a nuestros diferentes horarios, la posibilidades de vernos eran cada vez más difíciles”. nos dijo David.
Una relación entre dos soldados en el ejército, no es algo simple: “Los dos estuvimos de acuerdo desde el principio que sería difícil pero de todas maneras queríamos enfrentarnos a las dificultades y a todos los desafíos que se vendrían en el camino para poder estar juntos”.
“La mejor parte de estar en el ejército y en una relacion, que al ambos estar en unidades y bases diferentes, con horarios que nos permiten vernos al menos un fin de semana cada dos semanas, hacen que cada encuentro sea único y emocionante”.
Al preguntarles qué es lo que más le gusta de su pareja y su relación David nos comentó “Somos muy parecidos. A pesar de venir de diferentes culturas y paises diferentes, tenemos un pasado en nuestras raices similar. Tenemos muchas cosas en común y con el paso del tiempo en lo que nos fuimos conociendo mejor descubrimos demasiadas coincidencias”.
Por otro lado, Leorre nos confesó “Lo que más me gusta de David es que él siempre es positivo y que en toda situacion, no importa cuan difícil sea, el siempre hace lo posible para hacerme pintarme una sonrisa en la cara. Me prepara sorpresas todas las veces que nos vemos, me manda mensajes de amor o viene a mi casa los cortos fines de semana que tiene en el mes solo para verme”. Asegura que todos los momentos que está junto a él, son los mejores para ella.
Dentro de sus miles de anecdotas se encuentra una muy específica con una connotación bastante agridulce, llena de sentimientos encontrados.
Era un día emocionante, David estaba terminando su curso de paracaidistas y después de varios meses de estudios teóricos y prácticas simuladas, había llegado el momento en que él y sus compañeros se tirarían de un avión con su paracaidas. Al ser un momento tan emotivo y especial para la vida de estos soldados, los familiares son invitados a presenciar desde lejos los saltos. David a pesar de ser “soldado solo”, y no tener familia cercana en Israel, se vio afortunadamente acompañado, ni más ni menos, que por el amor de su vida.
El ejercicio consta de varios saltos durante el día, donde en cada uno de ellos, los soldados pondrían a prueba todo lo que habían aprendido. “Eran las 4 de la tarde, había llegado el momento de mi segundo salto”. Nos cuenta David “Salté y logré llegar al suelo sin ninguna dificultad.” Seguido a su salto, era el turno del siguiente grupo, fue en ese momento donde todo se complicó. “Desde el suelo, observamos al siguiente grupo, fue ahí cuando vimos que al último soldado que saltó del avión no se le abrió el paracaidas automático”. Los soldados de las FDI están entrenados para este tipo de situaciones, por lo que el soldado logró abrir su paracaidas de emergencia a pocos metros de lo que podría haber sido un desastrozo aterrizaje. “Todo ocurrió en cuestión de segundos. Nos llevamos un gran susto, pero pudimos ver que nuestro compañero estaba a salvo”.
Sin embargo, las cosas del otro lado, no se vieron tan claras. Los visitantes al no estar cerca de la zona de aterrizaje no podían distinguir quién había sido el soldado al que no se le abrió el paracaidas, ni saber si se encontraba bien. “Fueron los peores minutos de mi vida” Nos cuenta Leorre conmovida. Al cabo de unos minutos ella recibió una llamada un número desconocido, quién, para su tranquilidad, resultó ser David “No fui yo, y él esta bien”.
Después completar su servicio militar David y Leorre tienen planeado viajar por Latinoamérica y el Caribe, sin embargo ambos no tienen duda de luego querer regresar a Israel a estudiar“Queremos estudiar cerca. Por eso estamos averiguando universidades en Haifa. Yo quiero estudiar arquitectura y ella educación”.
Al terminar sus estudios, David y Leorre quieren formar una familia en Israel, basada en las tradiciones judías y en el ideal que puso a ambos en el mismo camino, formar parte de las FDI.
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